Era refrescante encontrar gente que no se obsesionaba con ignorar o adorar a su avatar. Hassoi parecía ser parte de su vida diaria, sin más.

Cuando una de las jóvenes le trajo más agua en una taza de madera labrada, Ceelie la tomó encantada. Estaba sedienta y el agua de deslizó por su garganta, refrescándolo todo a su paso.

Le ofreció lo que quedó en la copa a Gilla, pero la mujer negó con la cabeza.

—Esa agua es sólo para ti. Disfrútala.

Había algo más en aquel comentario, pero Ceelie terminó de beber, disfrutando de la sensación de que el agua empezaba a correr por sus venas.

Cuando la luz se hubo tornado roja, las mujeres hicieron que se levantara y la llevaron de vuelta a la nave.

—¿No se ha planeado el banquete en la aldea? —Ceelie no quería ser grosera, pero le parecía extraño caminar hasta la nave cargando con toda la comida.

—A él no se le ha ofrecido la hospitalidad de nuestra aldea, sólo la del planeta. Tendrá que esperar hasta mañana para reunirse con el avatar, pero sí le ofreceremos comida.

«Mierda». A Keeln no iban a hacerle ninguna gracia todas las atenciones que ella estaba recibiendo.

—Te quedarás con nosotras mientras estéis aquí. Hassoi insiste en que tenemos que tratarte con la mayor reverencia.

Ceelie asintió, pero no puedo evitar el escalofrío de miedo que le recorrió la espalda. Entrar en aquella nave con un embajador disgustado era todo un billete para que la lanzaran por un cañón de la nave.